Con
sensaciones encontradas, esta semana, el Colegio Menor San
Francisco de Quito recibió oficialmente la acreditación
internacional Advanced,
que lo ubica como uno de los mejores de Sudamérica.
Sin
embargo, no todo salió como esperaban en esta institución educativa, ubicada
en Cumbayá. En el
informe oficial del Equipo de Revisión Externa de Advanced, se reconocieron los innumerables logros educativos del Menor. Pero,
al hacer las mediciones con el Instrumento de Observación de Ambientes Eficaces de Aprendizaje (ELEOT, por sus siglas en inglés), el uso de las nuevas tecnologías,
en materia educativa, fue el área donde se detectó mayor número de falencias. Tres
flamantes laboratorios móviles de computación, dotados de 70 tabletas Ipad; y
la total renovación del equipamiento de las aulas de Computación no fueron
suficientes para convencer a los visitadores que, en octubre de 2013,
constataron qué sucedía en los salones de clase de este colegio de élite.
“Es muy complicado que, con más de mil trescientos estudiantes,
puedas observar el uso de tecnología en todas y cada una de las clases
visitadas”, indica Susana Guerra, profesora de Matemática, de 9no grado.
Aunque, en su aula tiene computadora, proyector y pantalla de proyección; el
cuaderno de ejercicios y el libro de texto ocupan, todavía, un sitio preferente en las lecciones de cada jornada. “Mal que nos pese reconocerlo, la escuela
sigue basada en la letra impresa porque hemos traído los aparatos, pero no
hemos cambiado el modelo pedagógico”, amplía esta docente con un Doctorado en
Pedagogía.
Varios maestros del Menor tienen una mirada crítica sobre ELEOT,
la herramienta que han empleado para medir su desempeño. Tras veinte minutos de
observación, en diversas clases y durante varios días, la nota recibida por el
colegio, por uso de las Tecnologías
de la Información y la Comunicación (TIC), fue de 1.59 puntos, de un total de 4 puntos posibles. “¿Qué
puedes medir en veinte minutos de observación?”, cuestiona María Teresa Maruri,
profesora de Lenguaje. “A veces quieren poner a la
computadora a hacer todo. No siempre las actividades se prestan para emplear
herramientas tecnológicas. Por ejemplo, a alguien se le ocurrió que hicieran
debates virtuales para no hacerlos en el aula. ¿Y el rostro humano de la
educación?”, puntualiza y la pregunta queda en el aire.
El
Colegio Menor San Francisco de Quito, tiene cuatro años para implementar un
plan de mejoras. Pero, más allá de acumular aparatos en los salones de clases,
otros profesores, como la bióloga Gabriela Dávalos, señalan aspectos que
inciden en el modelo educativo de la institución: “Se necesita preservar al
profesor porque la tecnología no debe ser el eje central de una clase, ni
disimular con aparatos las falencias del docente”.
Con una combinación de aplausos e incomodidades, de
logros indiscutibles y puntos álgidos; el informe de Advanced también significa
el comienzo del siguiente ciclo para la comunidad del Colegio Menor San
Francisco de Quito. El proceso será intenso y sistemático. Se les exige
trabajar en cada acción requerida, presentar informes anuales, preparar documentación
complementaria y alistarse para una nueva visita de acreditación internacional.
La fecha ya está en el calendario: será en el 2017. Andrew Sherman, director
del colegio, se muestra optimista. “Este proceso proporciona un marco para la
participación constante de todos y todas en los esfuerzos de mejora continua”. Los
directivos y el cuerpo docente saben que, si leen correctamente las señales del
mundo educacional, podrán hacer la diferencia en la vida de los estudiantes que
acuden a sus aulas.